Realidad, rostros, desafíos y esperanzas de los migrantes y de la Pastoral de Movilidad Humana en Panamá
Palavras-chave:
Darién, Pastoral de Movilidad Humana, frontera, Políticas migratorias, PanamáResumo
La Iglesia, como Pueblo de Dios en camino, ha sido sensible y solidaria con el tema de las migraciones y con los derechos humanos, justamente porque es un tema bíblico y teológico. Jesús Cristo se identificó con el migrante en su afirmación: “Yo era migrante y ustedes me acogieron”. Luego, en todos los momentos críticos de la historia en que el fenómeno se presentó como un grito a la Iglesia, en todas las distintas épocas y lugares, allí estuvo la Iglesia presente como hermana y madre de la gente desplazada, refugiada y abandonada por las diferentes causas de los sistemas económicos y políticos injustos del mismo fenómeno. Este camino fue ganando cuerpo en los últimos siglos en que las migraciones han se extendido en todo el mundo con características masivas, complejas, diversificadas y, al mismo tiempo, se revelaron como un fenómeno pleno de oportunidades, aportes y de esperanza para una humanidad más justa, fraterna y solidaria para todos los pueblos. Así mismo, en tiempos de desafíos y dificultades políticas, sociales, culturales y económicas, invariablemente acompañadas de diversas formas de violencia, la Iglesia ha buscado estar presente mediante un servicio de acogida integral, de apoyo y protección. Una de estas situaciones desafiantes es el caso del estrecho forestal del Darién, entre Colombia y Panamá, que desde hace algunos años se ha convertido en una de las principales rutas de migración Sur-Norte. Miles de migrantes recorren esta peligrosa ruta y buscan llegar a México y a los Estados Unidos de América (EE.UU.).